
Dear
Committee Members es la historia de un año de vida de Jason T. Fitger, profesor
de escritura creativa en Payne University,
narrada a través de sus cartas, en mayoría de recomendación. Come Jason es un
profesor de carrera (tenure), en sus misivas
se atreve a decir lo que muchos profesores pensamos y callamos en la Academia
estadounidense. Opinando sobre los estudiantes, por ejemplo, sostiene: “Student’s
lives have been cheapened in ways of which they remain blissfully clueless,
because of so much TV.”[1]
Televisión, Facebook, twitter,
snapchat… o qué sé yo, pero lo cierto es que los estudiantes cada vez
desconocen más todo aquello que esté por fuera de su limitado entorno. Por
ejemplo, no es difícil encontrar clases en las que ninguno de los estudiantes sepa
quién fue Jackson Pollock, o David Bowie, o Louis Armstrong, o Walt Whitman. Al
contrario, conocerán la última canción de Miely Cyrus, de Justin Bieber y
creerán—(¡Qué tristeza!) que sus últimas empalagosas canciones son la mayor
expresión de arte.
Lo peor, es un mundo en el que
todo se dice, pero no se dialoga, no se comunica. Como bien
dice Jason, “Such are the communication skills of the up-and-coming generation:
they post drunken photos of themselves at parties; they share statuses, they
emit tweets and send all sorts of intimate pronouncements into the void—but they
are incapable of returning a simple phone call.”[2]
No sólo son los estudiantes a
quienes Jason critica. En sus cómicas cartas, como nadie describe el kafkiano
mundo de las universidades contemporáneas, ese campo de batalla en el que las
humanidades están muriendo aplastadas por la burocracia y la creencia en que la
única investigación necesaria es aquella que produce dinero. Haciendo uso de
una insuperable ironía, Jason denuncia la falta de fondos para contratar nuevos
docentes de planta y para conceder becas a estudiantes, así como la injusta
proliferación de profesores de cátedra. Su diagnóstico no sólo es triste, es
certero.
Sobre la forma como las
universidades estadounidenses cada vez priorizan más las atracciones y los
deportes—los profesores mejor pagados muchas veces son los entrenadores de
baloncesto o fútbol—Jason observa el terrible daño que esta tendencia genera en
los estudiantes: “By starving some departments while building heated yoga
studios and indoor climbing walls in others. To afford the amenities
inextricably tied to their education, students need wealthy financial backers
or a mountain of loans—and so many on-and off-campus Jobs they barely have time
to go to class.”[3]
O cuando lo hacen, están tan cansados que no pueden prestart atención, añadiría
yo.
Jason es tan enamorado de su
profesión como crítico de las condiciones actuales de la Academia. Sobre la
literatura sostiene, haciendo eco quizás a Nussbaum, “The Reading and writing
of fiction both requires and instills empathy—the insertion of oneself into the
life of another.” [4]
O, en la que quizás sea una de las más bellas defensas del noble arte de
estudiar literatura, “The literature student has learned to inquire, to
question, to interpret, to critique, to compare, to research, to argue, to
sift, to analyze, to shape, to express. His intellect can be put to broad use.
The computer major, by contrast, is a technician—a plumber clutching a single,
albeit shining, box of tools.”[5]
Dear Committee es, sin
embargo, no solo una novela acerca de la vida académica en las universidades
estadounidenses, también es un retrato humano e íntimo de un profesor que se
siente impotente ante los terribles cambios que sufre su profesión. En sus
cartas, no sólo se leen sus mordaces críticas, también se ve su lucha porque su
último alumno (Bowles), reciba una beca que le permita terminar su novela y
porque las personas a quienes quiere puedan tener una vida profesional digna. En una de sus
misivas, Jason suplica para que uno de sus estudiantes no tenga que sufrir el
nublado future que le espera: “I hope
you will not consign her to a windowless environment populated entirely by unsocialized
clones who long ago abandoned reading and discussion of literature in favor of
creating ever more restrictive and meaningless ways in which humans are
intended to make themselves known to one another.”[6]
Dear Committee es una novela
que puede leerse de muchas formas, como un testamento del mundo académico
estadounidense contemporáneo, como una novela de humor que se burla de las
excentricidades de profesores y estudiantes, o como un retrato íntimo escrito
por un hombre enamorado de su profesión que ve a las humanidades marchitarse
cada día. Ésta es la lectura que más me gusta.